A pesar de quedar todavía una
semana, a pesar de estar a cientos de kilómetros de Utiel ya lo puedo oler. No
se trata de un olor real, se trata de un olor metafórico. Un olor en el ambiente,
un olor en el ánimo de los utielanos, un olor especial. Ya huele a espliego.
El espliego. Ese olor
característico de Utiel durante sus fiestas, las de su Patrona y la de todos
los habitantes de nuestra localidad. Ese olor que nos embauca. Ese olor que, si
lo sacamos de contexto, nos evoca a los maravillosos días de fiesta, tradición
y costumbres. Ese olor que nos recuerda que nos quedan por delante diez días de
disfrute tanto a nivel religioso como festivo.
Si bien es cierto, que muchos de
nosotros durante el resto del año no somos practicantes, muchos ni siquiera
creyentes. Pero, de los días 5 al 15 de septiembre, nuestros sentimientos son
un poquito diferentes. Unos sentimientos que afloran desde el momento en que
nuestra Patrona, la Virgen del Remedio, sale del Santuario y que se acentúan cuando
atraviesa el puente de la Mesilla para posarse durante unos minutos en ella,
con toda la localidad observando, escuchando, quedándonos con cada uno de los
acontecimientos que allí se van desarrollando. Como si fuera la primera vez que
lo vemos. Ahí es cuando el olor a espliego se hace real. Son unos minutos
mágicos, nostálgicos, con el nudo en el estómago. Unos minutos que nos hacen
recordar a nuestros seres queridos que tanto disfrutaban en esos momentos y
que, lamentablemente, ya no pueden hacerlo.
Un olor que nos recuerda a calles
engalanadas, a luces de colores iluminando nuestras calles. Visillos que se
recorren para ver pasar a la Reina y su Corte de Honor, balcones repletos de
vecinos esperando su momento. Porque ese es nuestro momento. El momento de
disfrutar lo que tanto llevamos esperando. Cientos de cámaras intentando
inmortalizarlo y, con el tiempo o con la lejanía, poder decir “yo soy de allí”.
Un olor que nos recuerda a la
Alameda con sus puestos, sus tómbolas, sus atracciones, sus chocolate con
churros que no pueden faltar en estos días. Un olor que, por supuesto, nos recuerda
a las carpas. Esas carpas repletas de utielanos, de peñistas que tan solo
pretenden disfrutar de lo que es suyo: las fiestas de su pueblo. Jóvenes y no
tan jóvenes esperando el pistoletazo de salida del día 5 para sacarle todo el
jugo a la Feria.
Unos días que, lamentándolo mucho
y sin darnos cuenta, se acaban. Y qué mejor forma de poner punto y final a ese
ambiente que con el desfile de carrozas. Y cuando eso ocurre, desearíamos que
fuera ya 5 de septiembre del año siguiente.
Ahora que llevo más de un año
viviendo fuera de mi casa, de Utiel, y al decir a la gente que soy de un pueblo
de las afueras de la provincia de Valencia, me preguntan si realmente me siento
valenciano. Pues bien, no lo tengo claro. Lo que sí que tengo claro es que me
siento de los míos, me siento de mi familia, me siento de mis amigos, me siento
de mis seres queridos. ME SIENTO DE UTIEL.
Y, muy probablemente, la gente de
fuera no sabe lo que es ese sentimiento. Como nosotros tampoco sabemos los
sentimientos de otras localidades. Pero lo que bien es cierto, es que esto solo
plasma una milésima parte de dicho sentimiento.
¡VIVA UTIEL!
¡VIVA LA FERIA DE UTIEL!