1000, una cifra redonda. Un
número que puede parecer insignificante o
una cantidad difícil de asimilar. Cada 22 de diciembre, en el sorteo de
la lotería de Navidad, escuchamos esa cifra una y otra vez, bola tras bola. Una
cantidad ínfima en comparación con los millones que hay reservados para unos pocos
afortunados. Esos 1000€ son la calderilla del sorteo. Nadie los quiere, porque
llevarte eso significa que otro año más se escapa el premio grande a otro lugar
o, al menos, a otro décimo que no es el tuyo.
Sin
embargo, esta semana, principios de junio de 2019, hemos llegado esa misma
cifra. 1000. Nos encontramos ya en la friolera y altísima cantidad de 1000 mujeres
asesinadas a manos de sus parejas. 1000 PERSONAS que han perdido la vida por
celos, por posesión, por envidias. Por el motivo que sea, ¿qué más da? La
cuestión es que desde 2003, año en que se empezó a realizar esta estadística, hemos
alcanzado una cifra que pone los pelos de punta. ¿Cuántas hay detrás sin
contabilizar como tal?
Pero,
¿por qué? ¿Por qué lo hacen? Porque de no ser por la fuerza jamás podrían tener
a alguien al lado. Es muy sencillo: no es tuya, no te pertenece, no es de tu
posesión. Ella tiene una vida, tiene unos sentimientos, tiene unos sueños que
cumplir. Si tú no has sabido satisfacer todo eso, pregúntate qué hacer para
mejorar, pero déjala irse. Quizá, en otro lugar, con otra persona a su lado
pueda ser feliz. Si tanto la quieres, deséale lo mejor. Pero no, realmente lo
que sentís no es amor. No creo que pueda serlo, ni que pueda llamarse así. Tenéis
obsesión, necesidad de sentiros queridos, necesidad de tener a alguien al lado
a toda costa.
Me imagino
que no debe ser fácil para la persona que día a día sufre humillaciones, vejaciones,
golpes y una larga lista de actos violentos. Sin embargo, me imagino que los golpes
que más os duelen, son los que os dan en lo más profundo de vuestro ser, los
que os llegan al corazón y al alma. Me imagino, también, que no debe ser fácil
salir de esa espiral, precisamente por el miedo a perder la vida o al hijo/a
que has tenido con ese desgraciado. No debe ser fácil, pero hay salida. Si estás
con vida, todavía puedes poner remedio a tu vida, una solución a tu futuro. Tal
vez podamos, entre todos, meter entre rejas a ese desalmado.
1000
muertes. 1000 vidas truncadas. 1000 familias deshechas. Pero hay algo que da
incluso más reparo, más respeto, más miedo. Efectivamente. Los dirigentes
políticos que no ven estos hechos como algo en contra de la mujer, que
consideran que los hombres lo estamos padeciendo al mismo nivel. Mentiras,
mentiras y más mentiras. El que no reconoce estos actos como lo que son, una
lacra en nuestra sociedad, es porque se considera por encima del bien y del
mal, porque piensa que su supremacía masculina siempre será superior a la
mujer. Porque piensa que la mujer siempre estará al servicio del mal llamado “hombre”.
Sobre todo, porque cree que son sus dueños, que esa ley que aboga por la vida
de mujeres puede, en algún momento, tornarse en su contra.
¿Y
sabéis por qué? No hace falta que yo lo diga.
Los números
son números y la subjetividad en su interpretación es real. Sin embargo, la gran mayoría
preferiríamos que 1000 siguiera siendo el número de la pedrea y no de mujeres
asesinadas.