Desprestigio,
falsedad y calumnias.
En este post no se habla de política
pero sí de políticas. Políticas no como el femenino de la palabra, sino como
acto llevado a cabo por esos que dicen llamarse políticos.
En este post no se habla de
libertad, pero sí de coartar la misma.
En este post no se habla de partidos
ni de ideas, sino de educación.
Educación. Qué palabra más
maravillosa. Sin embargo, para ser tan bonita, hace tiempo que dejó de
practicarse desde los niveles más “elevados” de la sociedad. Nótese el sentido
despectivo hacia elevados con esas comillas.
¿Que de qué va todo esto? De actualidad.
Esta mañana escuché una frase que,
sinceramente, al principio me costó creer que se estaba diciendo realmente.
Alguien, porque aquí no se habla de política, dijo que lo que está ocurriendo
en las aulas roza la corrupción de menores. También, ese alguien, falto de
conocimiento de lo que se hace en los colegios, aseguró que se llevan a cabo
juegos eróticos.
Como digo, no voy a mencionar quien,
ni lo voy a calificar. Porque, por supuesto, hay que ofrecer el mismo respeto que
pedimos los maestros. Por ello, vaya por delante que en ningún momento he
hablado de maleducado ni energúmeno.
Esas palabras, como creo que todos
sabremos a estas alturas de la película, se ofrecían hablando del llamado “pin
parental”. Tal vez ya sepas de qué “alguien” estoy hablando. ¿En qué consiste
ese pin? Sin ser yo experto en la materia, lo resumo: la obligatoriedad de los
centros educativos de informar a los
padres ante actividades relacionadas con charlas, talleres o actividades que
dicho centro quiera llevar a cabo en materia de identidad de género, colectivo
LGTBI, feminismo, o respeto a la mujer… Es decir, justo lo que esos “alguien”
repudia.
Por si no lo has entendido, lo
resumo en tres palabras: coartar la libertad. Y añado y subrayo las palabras del principio:
desprestigio, falsedad y calumnias.
Siempre presumo de ello y ahora no
va a ser menos. Tengo la enorme suerte de haber pasado toda mi vida rodeado de
maestros y maestras, personas que se han dedicado en cuerpo y alma a la
docencia. Hombres y mujeres que se han desvivido para dar lo mejor de sí mismos
ante su alumnado. Y no, no podemos consentir que ahora vengan unos “alguien” a
querer decirnos que en las aulas se pervierte, se corrompe a los alumnos o se
practican juegos eróticos.
La libertad. Qué bonita palabra. La libertad
de elección desde bien pequeños. ¿Y para qué es buena esa libertad? Para evitar
el odio que profesamos de mayores.
El hecho de que tu hijo/a acuda a
una charla, educativa (y remarco educativa) sobre identidad de género, por
ejemplo, no lo va a convertir en algo que tú no quieres que sea. Si lo ha de
ser, lo será, aunque te pese. Esa charla lo único que va a hacer será crear
actitudes de respeto entre iguales. Ni más ni menos que lo que los mayores
nunca hemos sabido practicar: el respeto.
No te creas lo que te dicen. No te
creas lo que intentan meterte en la cabeza. No te lo creas, porque estarás
perdido.
Por supuesto, se está restando
prestigio y libertad de actuación a los centros. Y precisamente, en la
actualidad, los maestros y maestras no es que podamos presumir de respaldo por
parte de los padres. Hecho que hace que los alumnos/as cada vez estén más
crecidos. Saben y son conscientes de que papá y mamá reñirá al profesor si lo
suspende o le “tocará las orejas” si habla de lo que no debe.
Ahora te pregunto: si un niño solo
ha visto en casa violencia de género y no se le permite acudir a charlas sobre
ello, ¿cómo va a poder hablar y sacar lo que lleva dentro? ¿Cómo va a poder ver
cuál es el trato adecuado que se ha de dar a la mujer? Si solo se cría en un
ambiente y no ve las demás opciones, estás creando un maltratador en potencia.
Los niños son esponjas, para lo bueno y para lo malo.
Ahí, eso sí que lo podrías llamar
adoctrinar.
No lo consientas, por favor. Por la
educación de tus hijos.