viernes, 28 de noviembre de 2014

¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS!!



La Real Academia define “hermano-a”, en su primera acepción, como la persona que con respecto a otra tiene el mismo padre y la misma madre, o solamente el mismo padre o la misma madre”.

¿Y ya está?

¿Dónde define todos los momentos que dos hermanos pasan juntos? ¿Dónde recoge que, a parte de compartir los padres, se comparte mucho más?
 
Porque ser hermanos no significa únicamente eso. Ser hermanos significa tener a alguien a tu lado en quien confías y que confía en ti. Alguien que, por muy enfadados que podías estar, no te falla. Alguien que te quiere, te cuida y te protege. Alguien que, aun después de haber discutido, te mira a la cara para hacerte saber que sigue ahí. A tu lado.

Ser hermanos significa tener a alguien que te da todo lo que posee a cambio de nada. Alguien con quien poder dormir cuando tienes miedo (sea cual sea el motivo). Alguien que te da los mejores consejos en cualquier ámbito de la vida, a cualquier hora de día y en cualquier lugar porque, simplemente, quiere lo mejor para ti.

Ser hermanos significa tener a alguien que, por muy lejos que estéis geográficamente,  te proporciona su aliento cuando has tenido un día duro. Ya sea por teléfono, por mensaje o con señales de humo si hace falta. Es tener a alguien que te ayuda a sentar la cabeza para que dejes de hacer las estupideces de siempre.

Tener un hermano significa tener a alguien con quien poder reír, con quien poder viajar, con quien poder disfrutar, con quien poder “pegarte” tus mejores noches. Alguien con quien reconstruir los hechos de la noche anterior porque se os fue de las manos.  Alguien que es a la vez un amigo.

Tener un hermano significa tener a alguien que te cubre las espaldas para no quedar en evidencia. Delante de quien haga falta, sin importarle mentir con tal de que no te pase nada.

En definitiva, tener un hermano significa tener a alguien que nunca, nunca, nunca te va a fallar.

Este año estamos más lejos de lo que hemos estado en nuestra vida, pasamos más tiempo sin vernos del que hemos estado hasta ahora. Pero, por mucha distancia que nos separe o por tiempo que estemos sin compartir un ratito juntos, sé que siempre que te necesito sigues  ahí. Y, por mucho que escriba aquí, nunca podría acabar de poner lo que significa que seas mi herman. Nunca podría acabar de poner lo que significas para mí. Nunca podría poner lo que, para mí, significa ser tu hermano.
Sin todos esos momentos la definición que da la RAE está completamente vacía de significado. No sabe que “hermano-a” no se puede definir en 2 simples líneas.

            Por todo eso, y por muchísimo más, FELIZ 27 CUMPLEAÑOS.

                                                                   ¡TE QUIERO!

jueves, 16 de octubre de 2014

¡QUIÉN TE HA VISTO Y QUIÉN TE VE!


Dicen que cuando somos niños queremos hacernos pronto mayores. Pero, también dicen que cuando somos mayores queremos volver a ser niños. Aunque esto último todavía no lo sé.

Queremos hacernos mayores y lo intentamos forzar demasiado rápido. Deseamos “volar del nido”, irnos a estudiar fuera para tener esa libertad que se nos niega en casa. Se nos niega porque no la merecemos, porque nuestra madurez no ha llegado sino a la edad suficiente como para poder votar, nada más.

Contamos los meses, las semanas y, finalmente, los días para irnos a una ciudad desconocida en mayor o menor medida a vivir a nuestras anchas. A no dar explicaciones a nadie, a salir un día sí y otro también. A ir de cañas porque ya eres universitario y eso es lo que has oído que hay que hacer. Ir de botellón a casa de un compañero o, mejor todavía, a tu piso. Eso sí que es una idea fabulosa. ¡¿Cómo no se te había ocurrido antes?! Meter en tu piso a cerca de 20 personas como si estuvieras en un chalet a las afueras, sin molestar a nadie. Porque si tú estás de fiesta y tu vecino no lo está es porque “es un muermo”. Sin importar que llegue la policía. No te importa, para nada. Tu único lema es: “aquí nadie me conoce”. Y eso te da la libertad absoluta para hacer lo que se te pase por la cabeza. No hay un mañana. Solamente se vive el día.

Tus relaciones sociales. Eso es fundamental. Hay que hacerse popular, conocer a mucha gente, cuanta más mejor. Tienes que darte prisa en conocer a gente. Tienes que tener un grupo y hacerte el mejor amigo de todos. Porque sabes (bueno, crees) que van a ser para siempre. Que serán amigos inolvidables. Sí, algunos con el tiempo lo son pero, la mayoría, siento decepcionarte: no pasarán de los años de carrera.  

 Quieres irte de tu pueblo o ciudad a otra (y cuanto más lejos mejor) a gastar “tu dinero,” sin pensar que ese dinero que consideras tuyo es el dinero de tus padres, que se ocupan semana tras semana de llenar tu pobre cartera. Ese dinero que crees que cae por la chimenea y que es casi su obligación darte para que el niño pueda gastar en sus caprichos. Porque sí. ERES UN NIÑO.  Ese dinero que has pedido, en más de una ocasión, para fotocopias. Claro, tus padres se acaban de caer de un árbol y son gilipollas. Pues ellos te lo dan aun sabiendo que  las únicas fotocopias que vas a hacer son las de los carteles de tu fiesta.

¿Y qué me decís de la libertad de comer lo que te salga de las mismísimas narices? Pero vaya, llegas de la universidad y ESTÁ LA MESA SIN PONER Y LA COMIDA SIN HACER. Como decía Macauly Culkin en “Solo en Casa”: “Mamá, ¿dónde estás?”. Y tú que pensabas que la comida aparecía en la mesa en el momento oportuno, de la nada. Pero, por suerte, la independencia temprana ha dado grandísimos chefs. Así que, ahí estás tú: preparado para hacer la mayor exquisitez que jamás habrías imaginado que serías capaz: lentejas al microondas. ¿De quién? De MAMÁ. Porque no solamente se encargan de llenarte los bolsillos, también te llenan la nevera. Aún así, tú sigues pensando que eres independiente y te vales por ti mismo. ¡OH, BENDITO MICROONDAS!

Transcurre un día, otro y otro. E irremediablemente llega el viernes, día de volver a “tu cruda realidad”. Hay que volver a casa a pasar el fin de semana. “Joder, con lo bien que estoy aquí”. Pero te dices: “recuerda, la nevera. Hay que llenar la nevera”. Entonces “tu cruda realidad” se hace más llevadera.

Pero tú no puedes volver a casa así, sin más. ¿Qué le vas a contar a tus amigos?  ¿Ni un teléfono de una chica? Por ahí sí que no. ¿Relaciones serias? De eso nada. Hemos venido aquí a jugar. Tú quieres una semana con una y otra semana con otra. Ya habrá tiempo de sentar la cabeza. Así que, el jueves te pones tus mejores galas (según el punto de la geografía española de cada universitario las mejores galas varían bastante), te engominas bien, te pones tu mejor perfume (en realidad es colonia que has comprado con lo que te sobraba del botellón) y allá vas. ÁNIMO Y AL TORO. La noche se divide en dos tramos: el rato que vas sereno y no le entras a ninguna porque te da vergüenza, y el rato que vas tan sumamente bebido que en lugar de hablar sueltas perdigones a discreción y espantas al personal. Y, como no te has comido un colín al final de la noche, el viernes te toca tirar de imaginación, si es que el garrafón permite a las ideas pasar por tu cabeza, e inventar una historia lo suficientemente creíble como para dejar a tus amigos con la boca abierta. Un corro, tus amigos escuchando, tú eres el centro de la conversación, tus mentiras tus aliadas y tus amigos que te dicen que sí pero por dentro no se están creyendo ni una palabra.

Así pasas 3,4, 5 o, en el mejor de los casos para ti (en el peor de los casos para el prestamista, o sea tus padres), incluso más años.
 

Cuando todo eso ha pasado, echas la vista atrás y sabes que no fuiste sino un completo pardillo con el que se podría haber hecho de todo. Tú no te comiste el Mundo porque no sabías cocinar. Y el Mundo no se te comió a ti porque le dabas lástima.

Sin embargo, paradojas de la vida, ahora que te ha tocado irte lejos de casa, un poco más maduro (lo justo, tampoco vayamos a flipar) y con algún año más te das cuenta de que el dinero no cae por la chimenea. El dinero se consigue con sacrificio y constancia. Ya no derrochas como antes y la noche que lo haces pesa sobre ti durante varios días. Hay que ahorrar para volver a casa, para hacer ese viaje que llevas tiempo esperando o para, simplemente, tenerlo. ¡Qué cosas!

Echas de menos los tupper. ¡Quién te lo iba a decir a ti! Ha llegado el momento de desenvolverte de verdad en la cocina. Un cocido son palabras mayores pero algo de caliente hay que comer de vez en cuando. El espíritu de Macauly vuelve a ti como hiciera años atrás, con la diferencia de que ahora sí que valoras ese plato calentito. Porque sabes que no te vas a comer el Mundo, lo que realmente quieres es comer un plato en condiciones sin tener que salir a un restaurante. Al final, “te las apañas”, pero no es lo mismo.

Lo de ser el Rey del Mambo y conocer a toda la gente que se cruza por tu camino se lo dejas a las nuevas generaciones. Quieres conocer gente, sí. Hacer amigos, tener con quien salir en una ciudad lejana a la tuya, sin embargo, eres realista y sabes que el mejor amigo de todos no puedes ser. Por lo que valoras mucho más volver a casa y estar con los amigos de siempre, los de verdad. Esos que aunque llevéis tiempo sin veros siempre tenéis tema de conversación. Y con el tiempo no tratas de mentirles. Si “no te comes una rosca” lo cuentas con total confianza. Porque da mucha pereza inventar historias y tener que creértelas tú mismo.

¿Salir todos los jueves? De eso nada. Las resacas pueden durar mucho. Mucho más de lo que pensabas que podrían durarle a ese chico que antes era capaz de salir 5 días seguidos de fiesta y el domingo comer como si viniera de hacer deporte. Además, tienes una verdadera obligación: el trabajo. No ir a clase suponía no firmar el parte de asistencia. Nada más. No ir a trabajar te puede suponer una firma, pero un poco más dura.

Y ese gigoló que creías estar hecho quedó atrás. Aunque alguna vez intente resurgir de sus cenizas, como el Ave Fénix, te puedes permitir el lujazo de no salir durante varios sábados seguidos, con lo que ahora llamas TU PLANAZO DE FIN DE SEMANA: sofá, manta y peli. Y, si debajo de esa manta extiendes tu mano y encuentras la de alguien más, mejor.

Eso sí, el sábado que sales que no te esperen despierto porque lo das todo. La cabra, aunque la lleves a la playa, siempre tirará al  monte.


Irremediablemente los años pasan. Cuando echas la vista atrás piensas: “¡QUIÉN TE HA VISTO Y QUIÉN TE VE!”.

viernes, 29 de agosto de 2014

¡OLOR A ESPLIEGO!

A pesar de quedar todavía una semana, a pesar de estar a cientos de kilómetros de Utiel ya lo puedo oler. No se trata de un olor real, se trata de un olor metafórico. Un olor en el ambiente, un olor en el ánimo de los utielanos, un olor especial. Ya huele a espliego.
El espliego. Ese olor característico de Utiel durante sus fiestas, las de su Patrona y la de todos los habitantes de nuestra localidad. Ese olor que nos embauca. Ese olor que, si lo sacamos de contexto, nos evoca a los maravillosos días de fiesta, tradición y costumbres. Ese olor que nos recuerda que nos quedan por delante diez días de disfrute tanto a nivel religioso como festivo.
Si bien es cierto, que muchos de nosotros durante el resto del año no somos practicantes, muchos ni siquiera creyentes. Pero, de los días 5 al 15 de septiembre, nuestros sentimientos son un poquito diferentes. Unos sentimientos que afloran desde el momento en que nuestra Patrona, la Virgen del Remedio, sale del Santuario y que se acentúan cuando atraviesa el puente de la Mesilla para posarse durante unos minutos en ella, con toda la localidad observando, escuchando, quedándonos con cada uno de los acontecimientos que allí se van desarrollando. Como si fuera la primera vez que lo vemos. Ahí es cuando el olor a espliego se hace real. Son unos minutos mágicos, nostálgicos, con el nudo en el estómago. Unos minutos que nos hacen recordar a nuestros seres queridos que tanto disfrutaban en esos momentos y que, lamentablemente, ya no pueden hacerlo.
Un olor que nos recuerda a calles engalanadas, a luces de colores iluminando nuestras calles. Visillos que se recorren para ver pasar a la Reina y su Corte de Honor, balcones repletos de vecinos esperando su momento. Porque ese es nuestro momento. El momento de disfrutar lo que tanto llevamos esperando. Cientos de cámaras intentando inmortalizarlo y, con el tiempo o con la lejanía, poder decir “yo soy de allí”.
Un olor que nos recuerda a la Alameda con sus puestos, sus tómbolas, sus atracciones, sus chocolate con churros que no pueden faltar en estos días. Un olor que, por supuesto, nos recuerda a las carpas. Esas carpas repletas de utielanos, de peñistas que tan solo pretenden disfrutar de lo que es suyo: las fiestas de su pueblo. Jóvenes y no tan jóvenes esperando el pistoletazo de salida del día 5 para sacarle todo el jugo a la Feria.
Unos días que, lamentándolo mucho y sin darnos cuenta, se acaban. Y qué mejor forma de poner punto y final a ese ambiente que con el desfile de carrozas. Y cuando eso ocurre, desearíamos que fuera ya 5 de septiembre del año siguiente.
Ahora que llevo más de un año viviendo fuera de mi casa, de Utiel, y al decir a la gente que soy de un pueblo de las afueras de la provincia de Valencia, me preguntan si realmente me siento valenciano. Pues bien, no lo tengo claro. Lo que sí que tengo claro es que me siento de los míos, me siento de mi familia, me siento de mis amigos, me siento de mis seres queridos. ME SIENTO DE UTIEL.
Y, muy probablemente, la gente de fuera no sabe lo que es ese sentimiento. Como nosotros tampoco sabemos los sentimientos de otras localidades. Pero lo que bien es cierto, es que esto solo plasma una milésima parte de dicho sentimiento.
                                                                             ¡VIVA UTIEL!
                                                                             ¡VIVA LA FERIA DE UTIEL!

domingo, 1 de junio de 2014

¡UN EJEMPLO A SEGUIR!


El sacrificio, la constancia, el amor y la pasión al deporte, la entrega. Eso y mucho más son algunos de los adjetivos con los que podría definir a un gran atleta. Más que atleta, triatleta.

Todo eso lo encarna una sola persona: Josemi Pérez.

¿Que quién es Josemi Pérez? Es un deportista que se ha labrado su vida gracias a él mismo, sin ayuda de nadie. Ha conseguido llegar donde ha llegado muy a pesar de quienes no le han dado su apoyo. Triatleta Olímpico en Londres 2012, con un más que meritorio vigesimocuarto puesto.

No pretendo que esto sea una entrevista porque, ni lo tengo al lado para preguntarle (lo he tenido suficientes veces como para saber cómo es), ni quiero que esto sea algo tan frío como eso.

Lo que quiero es hablar de él como amigo. Porque todo la gente que estamos implicadas en el mundo del deporte, ya sea de manera profesional o, como es mi caso, amateur, deberíamos conocerlo. No se apellida Ronaldo, Messi, Villa, Noya o Raña (al que desbancó en la clasificación para las olimpiadas); no es portada de periódicos día a día por su excentricidad o falta de humildad; no ha dejado su forma de vida a pesar de haber llegado donde ha llegado; no ha cambiado su forma de ser a pesar de ello. Y, todo eso, es porque debajo de la piel de ese gran deportista se encuentra una mejor persona. Amigo de sus amigos, sencillo, el sí es humilde, trabajador, sincero. Es la persona que te lo da todo a cambio de nada. Es de los que van de cara.

Hace algo menos de un año tuve la grandísima suerte de coincidir con él como compañero de trabajo. A partir de ahí hemos forjado una bonita amistad compartiendo muy buenos momentos. ¿Por qué no decirlo? Se ha convertido en mi confesor en una ciudad que tanto nos gusta a los 2: Cuenca.

Gracias a él volví a coger la bici de carretera que tenía aparcada y olvidada. Gracias a él me he iniciado en el mundillo de las carreras a pie. Por esto es por lo que he dicho que “te lo da todo a cambio de nada”. Se quiso convertir en mi “entrenador” pasándome entrenos a seguir durante las semanas con vistas a preparar alguna carrera y estar bien físicamente. Con él compartí la experiencia de mi primera marcha popular. Él, como era de esperar, ganó. Yo acabé.

Dice que se ha retirado del deporte profesional. Sinceramente, creo que eso no es verdad. Profesional no es aquel que compite a nivel nacional o internacional, con gente de renombre, que va a concentraciones con su equipo o selección y vive de ello.

Profesional es aquel que dedica su cuerpo y alma al deporte. Profesional es aquel que dedica su tiempo a entrenar. Profesional es aquel que se implica en cada carrera por corta o popular que sea. Profesional es aquel que cuida su alimentación y su cuerpo para hacer algo que ama.

Profesionalidad es Josemi.

Ahora ha vuelto a competir.  Y cómo lo ha hecho. En media distancia, sí. Pero a lo grande. Cogiendo la senda de la victoria. Senda que solamente un grande del deporte como él difícilmente suelta.
 
Como bien dice el refrán: " lo bueno abunda, !JOSEMI PÉREZ¡"

sábado, 3 de mayo de 2014

!FELIZ DÍA, MAMÁ!


A la mujer de mi vida:

Sí, a ti. Que has hecho tanto por nosotros.

A ti, que nos has dado todo lo que tenemos.

A ti, que has hecho todo lo posible para que hoy seamos lo que somos.

A ti, que has luchado para que seamos felices.

A ti, que has dado tiempo de tu vida para dedicárnoslo a las nuestras. Y sé que, si hiciera falta, darías tu propia vida.

A ti, que llegas tarde de trabajar y, todavía, te quedan fuerzas para tenerlo todo a punto y a nuestra disposición.

A ti, que, aunque tu día haya sido duro, puedes mostrar una sonrisa en cualquier momento.

A ti, que de cuatro paredes no haces una casa. No. Tú de cuatro paredes haces un hogar.

A ti, que me has apoyado en todas las decisiones de mi vida: personales, laborales y académicas. Que, aunque al principio te haya costado asumirlas, las has aceptado (Y últimamente las ha habido).

A ti, que te has alegrado de todas las cosas buenas como si fueran tuyas. Porque lo son. Sin ti nada de eso habría sido posible.

A ti, que, en lo negativo, también has estado ahí. Siendo un pilar fundamental para superar los peores momentos.

A ti, que, al leer esto, sé que te estarás emocionando. Tú dices que me conoces, pero yo a ti también te conozco un “poquete”. Son 25 años juntos.

A ti, que he llorado contigo. Por alegría y por tristeza.

A ti, que me has enseñado que siempre hay que sacar lo que uno lleva dentro: sentimientos, risas o lágrimas. Y tú me has enseñado que llorar también es de hombres.

A ti, que, cuando no se ha hecho suficiente comida, pierdes el hambre de repente para que nosotros podamos comer más.

A ti, que, aunque dices que te vas a dormir cuando estamos de fiesta, sé que no descansas.

A ti, por todas esas veces que nos hemos puesto malas caras, que nos hemos hablado en un tono que no es el adecuado o que nos hemos dicho cosas fuera de lugar. Porque sabes perdonar, porque a pesar de eso sigues estando a mi lado. Porque, en realidad, nos queremos. Y cómo me decías de pequeño: “nos queremos mucho, como la trucha al trucho”.

A ti, que me has enseñado todo lo que sé (bueno, y el papá también. Que luego se nos pone celoso).

A ti. A ti. Y solamente a ti. Porque eres la mujer de mi vida. Porque eres la única mujer que se ha emocionado cuando he llegado un domingo a casa, después de varias semanas sin verme, por sorpresa.

Por eso, y por muchas otras cosas que, aunque aquí no haya puesto, las llevo dentro:

GRACIAS.

También sé que gracias es una palabra que no aceptas, una palabra que no está en nuestro “contrato”. Un contrato que no se firma, un contrato que no está impreso. Es un contrato que “firmaste” al darnos a luz a mi hermana y a mí. Un contrato firmado con el corazón.  Un contrato en el que no aceptas esa palabra. Pero tengo que decírtela. De nuevo, GRACIAS. MUCHAS GRACIAS.

Porque aunque puedan pasar otras mujeres por mi vida, tú eres irremplazable.

Este año no podremos estar juntos por motivos laborales en este día, así que ésta es mi felicitación. No es material, no la he pagado, pero sí que la siento desde muy adentro.

 

FELIZ DÍA DE LA MADRE.

 

¡¡TE QUIERO!!

 

Y sí, la he compartido en el blog. ¿Por qué? Porque estoy orgulloso de los padres que tengo.
 
P.D.: el mundo en el que vivimos se empeña en celebrar días dedicados a algo, así que así lo haremos. Pero, tú te mereces lo mejor día a día.