lunes, 20 de enero de 2020

El "pin" de las barbaridades


Desprestigio, falsedad y calumnias.

            En este post no se habla de política pero sí de políticas. Políticas no como el femenino de la palabra, sino como acto llevado a cabo por esos que dicen llamarse políticos. 

            En este post no se habla de libertad, pero sí de coartar la misma. 

            En este post no se habla de partidos ni de ideas, sino de educación. 

            Educación. Qué palabra más maravillosa. Sin embargo, para ser tan bonita, hace tiempo que dejó de practicarse desde los niveles más “elevados” de la sociedad. Nótese el sentido despectivo hacia elevados con esas comillas. 

            ¿Que de qué va todo esto? De actualidad. 

            Esta mañana escuché una frase que, sinceramente, al principio me costó creer que se estaba diciendo realmente. Alguien, porque aquí no se habla de política, dijo que lo que está ocurriendo en las aulas roza la corrupción de menores. También, ese alguien, falto de conocimiento de lo que se hace en los colegios, aseguró que se llevan a cabo juegos eróticos

            Como digo, no voy a mencionar quien, ni lo voy a calificar. Porque, por supuesto, hay que ofrecer el mismo respeto que pedimos los maestros. Por ello, vaya por delante que en ningún momento he hablado de  maleducado ni energúmeno. 

            Esas palabras, como creo que todos sabremos a estas alturas de la película, se ofrecían hablando del llamado “pin parental”. Tal vez ya sepas de qué “alguien” estoy hablando. ¿En qué consiste ese pin? Sin ser yo experto en la materia, lo resumo: la obligatoriedad de los centros educativos  de informar a los padres ante actividades relacionadas con charlas, talleres o actividades que dicho centro quiera llevar a cabo en materia de identidad de género, colectivo LGTBI, feminismo, o respeto a la mujer… Es decir, justo lo que esos “alguien” repudia. 

            Por si no lo has entendido, lo resumo en tres palabras: coartar la libertad.  Y añado y subrayo las palabras del principio: desprestigio, falsedad y calumnias.

            Siempre presumo de ello y ahora no va a ser menos. Tengo la enorme suerte de haber pasado toda mi vida rodeado de maestros y maestras, personas que se han dedicado en cuerpo y alma a la docencia. Hombres y mujeres que se han desvivido para dar lo mejor de sí mismos ante su alumnado. Y no, no podemos consentir que ahora vengan unos “alguien” a querer decirnos que en las aulas se pervierte, se corrompe a los alumnos o se practican juegos eróticos. 

            La libertad. Qué bonita palabra. La libertad de elección desde bien pequeños. ¿Y para qué es buena esa libertad? Para evitar el odio que profesamos de mayores. 

            El hecho de que tu hijo/a acuda a una charla, educativa (y remarco educativa) sobre identidad de género, por ejemplo, no lo va a convertir en algo que tú no quieres que sea. Si lo ha de ser, lo será, aunque te pese. Esa charla lo único que va a hacer será crear actitudes de respeto entre iguales. Ni más ni menos que lo que los mayores nunca hemos sabido practicar: el respeto. 

            No te creas lo que te dicen. No te creas lo que intentan meterte en la cabeza. No te lo creas, porque estarás perdido. 

            Por supuesto, se está restando prestigio y libertad de actuación a los centros. Y precisamente, en la actualidad, los maestros y maestras no es que podamos presumir de respaldo por parte de los padres. Hecho que hace que los alumnos/as cada vez estén más crecidos. Saben y son conscientes de que papá y mamá reñirá al profesor si lo suspende o le “tocará las orejas” si habla de lo que no debe. 

            Ahora te pregunto: si un niño solo ha visto en casa violencia de género y no se le permite acudir a charlas sobre ello, ¿cómo va a poder hablar y sacar lo que lleva dentro? ¿Cómo va a poder ver cuál es el trato adecuado que se ha de dar a la mujer? Si solo se cría en un ambiente y no ve las demás opciones, estás creando un maltratador en potencia. Los niños son esponjas, para lo bueno y para lo malo. 

            Ahí, eso sí que lo podrías llamar adoctrinar. 

            No lo consientas, por favor. Por la educación de tus hijos.