Tú. Tú y
nadie más. Tú y yo. Nosotros. Solo tú has conseguido lo que nadie había
conseguido hasta el momento. Diciéndolo así suena raro. Pero solo tú has
conseguido hacerme feliz por una sencilla razón: me has dejado ser yo. Y si yo
soy yo, y tú eres tú, somos y seremos nosotros. Nosotros. Qué bien suena eso,
un plural inclusivo que adoramos. Porque eres tú la que me hace sonreír cuando
estoy serio, cuando he pasado un día duro, cuando he estado triste, cuando
estoy agobiado. Eres tú la que me da el abrazo nada más abrir la puerta de casa
y me espera con una sonrisa de oreja a oreja que alegra la mirada y el corazón.
Eres tú la que me besa con la dulzura que solo tú sabes hacer. Eres tú la que
me comprende en cada momento. Eres tú la que me quiere con todos mis defectos,
tal y como son, tal y como soy. Eres tú la que me hizo entender que no tengo
que esconder ni un solo rasgo de mi personalidad para gustarte. Eres tú la que
me quiere. Eres tú y solo tú. Eres.
Estás. Eres y estás. Nada tienen que ver. Uno es permanente,
el otro pasajero. Permanecemos y permaneceremos. Pero, además, estás. Estás a
mi lado cuando te necesito. Estás en los momentos buenos y en los menos buenos.
Estás. Estás como una cabra y eso me encanta, porque sabes cómo tratarme en
cada momento, sabes cómo comportarte, sabes, así, en general. Sabes. Sabes qué
me pasa con solo mirarme, lo sabes y me lo haces saber: “dime qué te pasa
porque no sabes mentir”. Cuánta razón tienes. Ni sé, ni te quiero mentir. Porque,
aunque me haga el duro estoy deseando contártelo para que acabemos en un abrazo
de “siempre vamos a estar juntos”. Estás y estarás. Estaremos.
Quédate. No hace falta que nos lo pidamos, nos lo demostramos.
Yo me quedo y tú te quedas. ¿Dónde? Da igual, pero juntos. Quédate a mi lado
para seguir haciéndome feliz. Yo, te prometo, que no me voy a separar del tuyo.
Vamos a quedarnos como vinimos, como esos niños ilusionados que empezaban una
etapa tan bonita, con la misma ilusión que el niño que estrena zapatos nuevos,
con el mismo sueño de entonces: hacerte feliz. Quédate que yo me quedo. Vamos a
ir de la mano hasta el final, como dos en uno y uno en dos. Quiero que te
quedes conmigo, pero, a la vez, sé completamente independiente. Y, a pesar de
eso, quédate conmigo. Entra cuando lo tengas que hacer, sal por ahí cuando te
apetezca, conmigo o sin migo, con tus amigas, sé esa niña que llevas dentro, sé
esa mujer que eres, sé tú. Yo me quedo.
Unidos. Porque, aunque estemos o hayamos estado separados en
algún momento por kilómetros y kilómetros, realmente estamos unidos. Porque unidos
podremos con todo, porque unidos es como hemos estado y estamos. Porque unidos
nos ha ido tan bien, porque unidos nos gustar ir por la calle. Unidos, aunque
cada uno pueda disfrutar de su espacio. Unidos, aunque podamos ir
tranquilamente con nuestros amigos. Porque no nos hace falta no separarnos para
seguir estando unidos. Unidos porque nos lo hemos prometido. Unidos, porque nos
nace estarlo. Unidos, porque nos lo merecemos. Unidos, porque nos queremos.
Unidos, porque te quiero.
Idiotas. En el buen sentido de la palabra y con todo el cariño
del mundo, pero somos idiotas. Como todas las parejas que se quieren, todas. Porque
nos enfadamos, nos fruncimos el ceño, nos callamos y dejamos pasar un rato. Idiotas
porque estamos deseando reconciliarnos, porque no nos sabemos enfadar, porque
no nos queremos enfadar de verdad. Idiotas, porque damos pie a eso. Idiotas,
pero idiotas que se quieren. Y si nos enfadamos, nos reconciliamos. Y el que
diga que no se enfada, miente como un bellaco. Idiotas, pero muy, muy
afortunados. Idiota por hacerte enfadar, idiota por consentirlo, pero me gustas
incluso cuando estás seria, cuando estás enfadada, cuando estás sin hablarme. Me
lo merezco, por hacerte enfadar. Idiota por tardar demasiado en pedirte perdón.
Idiota, enamorado.
Educación. Sí, había visto educación, había visto gente que la
mostraba, sí, la había visto. Pero tú la muestras, la sostienes y la lanzas al aire.
Y cuando cae la vuelves a coger. Y el que está a tu lado, lo único que quiere
es parecerse a ese boomerang de educación. Porque por más que alguien te
provoque, te tiente, trate de sacarte de tus casillas, cuando parece que no
puedes más, el boomerang vuelve a tus manos y sacas la mayor educación que te
caracteriza. Esa educación y saber estar. Esa conciencia de dónde te encuentras
en cada momento y tu adaptación a la situación. Esa eres tú. El temple, la sangre fría que a
veces es fácil perder cuando alguien de fuera, en el ámbito que sea, la hace
perder a los de tu alrededor. Y ahí estás tú, para decir: “Para, piénsalo. No es
para tanto”. Y lo mejor: “Juntos, unidos, juntos lo vamos a solucionar”. Y, por
si no lo habías conseguido ya lo suficiente, me vuelves a ganar. Y, por si no
lo habías hecho ya con creces, me vuelves a demostrar que la edad no importa
para demostrar educación, madurez y saber estar.
Roma. Si la lees al revés es amoR. No es capicúa, pero sí es
reversible. Porque tu amor me lo demuestras cada día, desde por la mañana,
cuando te levantas conmigo para que no desayune solo a pesar de que tú no
tengas que madrugar, hasta que llego de trabajar y está todo preparado. Sin que
tengas ninguna obligación, pero has hecho la comida para que yo disponga de más
tiempo para descansar después del trabajo.
Me lo demuestras con un “te quiero”, con un abrazo o con una sola
caricia. Cuando me tocas la mejilla con tus dedos, cuando me miras
profundamente con tus ojos cristalinos, cuando me haces cosquillas o cuando
pones lo que me gusta en la tele, incluso si a ti no te gusta. Porque son
detalles, pero la vida, la felicidad, el amor está hecho de pequeños detalles.
Ni se compran ni se venden, se dan, se sienten, se ofrecen como tú, sin esperar
nada a cambio. Gracias, amoR.
Objetivos. Porque no hay nada más bonito que ir cumpliendo
nuestros objetivos, nuestras metas, nuestras promesas. Ver cómo pasa el tiempo
y aquello que habíamos planeado lo hacemos, los tiempos los cumplimos y todo
llega. Y si algo tarda en llegar, no pasa nada. ¿Por qué? Porque nos tenemos el
uno al otro. Pero todo llegará, antes o después. ¿Y cómo lo vamos a hacer? Tú y yo, Estando juntos,
Quedándonos para siempre, Unidos como el primer día, aun siendo unos Idiotas,
con Educación y con mucho amoR. Porque
si sumas la primera letra de cada párrafo da un resultado y es poco de lo que
siento por ti, una sola parte de lo que me haces sentir, algo mínimo que no
puede expresarse con unas letras. Pero, si te fijas lo pone:
T.E.Q.U.I.E.R.O