viernes, 21 de junio de 2013

¡VIVA EL TEATRO!



En la actualidad, gran cantidad de compañías y grupos teatrales ponen escena obras que llevan preparando durante mucho tiempo. Desde tragedias, comedias o dramas clásicos hasta obras de reciente escritura y cuyos autores tratan de manera elegante temas de actualidad.

El gusto por el teatro no se ha perdido, a pesar de las trabas que se le ponen al aficionado de dicha disciplina. Pero ese no es el tema que quiero tratar.

Cierto es que, si encontramos más inconvenientes que ventajas a la hora de ir a ver una obra de teatro, nos resulta más sencillo y cómodo quedarnos en casa a ver alguna película. Películas que ponen de forma continua en televisión, en cualquiera de los canales que sintonizamos (que no son pocos) sin necesidad de salir de casa, sin tener que pasar frío en invierno hasta llegar al teatro, con el mando en las manos por si nos cansamos de lo que vemos.

Cierto es también que el cine aporta una cantidad de efectos especiales y sonoros que no tienen parangón en el teatro. Además, con las modernas tecnologías puedes sentirte como un protagonista más de la película solo con encender el Home Cinema.

Pero el teatro tiene algo que por mucho que avance la tecnología y con ella la televisión nunca llegará a poseer. ENCANTO, el teatro tiene encanto. El encanto del directo, el encanto del aliento del público asistente, el encanto del juego de luces en cada momento, el encanto de los traspuntes preparados para dar letra en el momento preciso, el encanto del regidor, apunto siempre para dar  lo que se necesita en ese momento para salir a escena, el encanto de los nervios del director por ver cómo ha quedado su montaje. Y por supuesto, el encanto y los nervios de los actores. Esos actores que han estado ensayando durante meses para que salga perfecta la puesta en escena. Unos actores que saben que no hay “marcha atrás”, que saben que si se equivocan no podrán decir eso de “corten”. Tendrán que sacar adelante la situación como puedan, con el arma de la improvisación o tirando de “tablas” (quien las tenga). Unos actores que deben hablar lo suficientemente alto para que los oiga toda la sala, auditorio o teatro pero sin que parezca que están chillando. Actores que sienten la tensión en el momento de la apertura del telón cual torero espera al toro de rodillas, “a portagayola”. Tensión que se difumina y desaparece con el transcurso de la obra y que da paso al disfrute, a la excitación al ver que todo eso que has preparado durante tiempo está dando sus frutos (en el mejor de los casos) o a la desilusión si no sale como estaba planeado. Pero no pasa nada, porque el actor aprenderá  de sus errores,  lo seguirá  intentado y se esforzarás para dar lo mejor de sí mismo en la próxima actuación. Eso es el gusto por el teatro.

Pues bien, el cine se sigue quedando corto cuando todo eso lo hacen grupos de teatro amateur. Grupos formados por personas que tienen una vida más allá de los escenarios. Madres  o padres de familia que salen de trabajar, preparan la cena y se van disparados al ensayo dejando a sus niños en casa. Chicos y chicas que van desde otras localidades donde trabajan o estudian para que se pueda llevar a cabo dicho ensayo. Trabajadores que han madrugado para poder cumplir con su deber y hacen un sobreesfuerzo por estar allí en ese momento. Personas que tienen que anular los planes con familiares o amigos.
En definitiva, seres humanos que no viven de ello sino que lo hacen por eso, POR AMOR AL ARTE.

Sin todo ese encanto, el teatro no sería teatro.

¡VIVA EL TEATRO! ¡VIVA EL TEATRO AMATEUR!


“Quienquiera que condene el teatro es un enemigo de su país”. Voltaire.

martes, 18 de junio de 2013

¡LOS CONTRASTES, NATURALES!



No hace falta más que mirar por la ventana de tu vivienda, dar un paseo o sentarte en la terraza de algún bar y observar lo que por allí transcurre para darnos cuenta de que vivimos en Mundo lleno de contraste. Unas veces dichos contraste son naturales. Los más bonitos. En contraposición encontramos los provocados por el hombre. 

Un contraste natural puede ser la lluvia que cae en un lado de la ciudad mientras por otro lado asoma el Sol de entre las nubes, provocando la aparición majestuosa del Arco Iris. No hay mayor o niño que, al ver este fenómeno, no se quede perplejo admirándolo.

Otro contraste natural podría ser ese paseo de un abuelo entrado en años acompañado de su joven nieto. Un niño que necesita moverse, que no se siente agotado hasta que cae rendido en la cama, ese niño que juega, corre y “obliga” al abuelo a hacerlo con él. Por otro lado, el abuelo. Un hombre mayor, que necesita sentarse cada cierto tiempo porque su salud no le permite hacer más de lo que hace, a pesar de que quisiera hacer todo lo que su nieto quiere. Un hombre que ha trabajado durante toda su vida para conseguir lo que ha conseguido: una familia y un nieto que lo quiere y lo respeta. Un nieto al que educa con cariño para que cuando la vida lo haya agotado sea su niño el que lo ayude y complazca a él, y posteriormente eduque de igual manera a hijos y nietos.

Esos contrastes son bonitos, dignos de admirar y útiles en el desarrollo de nuestras vidas.

Ahora bien, lo que no es normal, lo que no tiene sentido ni cabida, bajo ningún concepto son esos contrastes que el ser humano crea, esos que la mano del hombre nos acostumbra a ver cada vez más y  más en televisión y por las calles.
Mientras nuestros “queridos” políticos, gobernantes  y ´mandamases´ viven a cuerpo de Rey (otro que tal), en sus “humildes casitas” como si la cosa no fuera con ellos hay familias atrincheradas en SUS HOGARES por miedo a ser desalojados y perder todo lo que han ganado con el sudor de su frente. Algo que nadie les ha regalado pero que sí les quieren ROBAR.

Cada vez son más y más las personas que tienen que vivir en las calles, mendigando, durmiendo en cajeros, en portales de fincas para, al menos, no dormir a la intemperie en las frías noches de invierno. “Con la llegada del verano ya no pasarán frío”, apuesto que dirán los más sobrados. “Que se busquen un trabajo como el resto de la gente”, dirán otros. ¿Un trabajo? ¿Dónde encuentran esas personas hoy por hoy un trabajo? 

Probablemente, esas personas tendrían un trabajo con el que llegarían, mejor o peor, a fin de mes. No sería con un sueldazo ni probablemente se tratara del trabajo de sus sueños, pero lo tendrían. Y, seguramente, trabajarían duramente para no poder recibir críticas por parte del jefe y no  ser despedidos porque sabían lo que ocurriría si llegaba ese momento.

Seguramente, no estarían “de patitas en la calle” de no haber sido por todo lo que sus jefes  han “trincado”. O tal vez, mantendrían su puesto si no fuera porque el jefazo habló con un amiguete al que le debía un favor y para compensarlo metió al sobrino, primo o hijo en lugar de un “pobrecico”. Un sobrino, primo o hijo al que no le gustará ese trabajo, lo hará a disgusto e incluso mal pero con la certeza que de ahí no se mueve.
Y mientras todo eso ocurre, mientras nos quitan lo que ha sido nuestro no te puedes manifestar por ello porque lo único que puedes recibir es una buena reprimenda de los que se suponen  nos deben defender. Cierto es que no actúan por cuenta propia, sino bajo el chasquido de dedos de alguien a quien le molesta que la gente se dé cuenta de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor e intente defender lo que es suyo. En el momento “el pastor” dé la señal de aviso manda a “los perros” para que nos controlen cual rebaño. El que más suerte tenga dormirá en su casa, el que no pasará la noche “en el corral”.

Ese es el Mundo en el que vivimos, y éstos algunos de sus contrastes. Un sinsentido movido por el dinero, por la sed de riqueza, de manera que los ricos cada vez son más ricos y los pobres cada vez más pobres. Ni unos se merecen todas sus ganancias ni otros sus pérdidas.

Para todos esos que han hecho que miles de personas en este país hayan dejado de ser felices por sus chanchullos y sus robos, y tal y como dijo en su día el gran actor español Fernando Fernán Gómez: “¡VÁYANSE USTEDES A LA MIERDA! ¡A LA MIERDA!”.