jueves, 10 de octubre de 2019

La generación pantalla


                Sé que lo que vas a leer en este post seguramente lo hayas leído con anterioridad, lo hayas escuchado e incluso, puede que tú hayas hablado sobre ello. Pero creí necesario escribir acerca de ello. Me surgió la necesidad de decirlo.
                La idea surgió hace unos días, a la salida del cine. Acababa de asistir a la proyección de una película alabada en la crítica entendida y desde mi punto de vista. Gran elenco de actores, una historia contada acogiéndose a los hechos históricos y una interpretación, a mi gusto, perfecta. Sentía la necesidad de hablar de ella.
                Siempre me ha ocurrido. Al acabar un libro, una serie o una película que me ha gustado, siento la necesidad de comentarla con alguien, contarla, recomendarla. Me ocurría desde pequeño y me sigue ocurriendo ahora. Y siempre he pensado que a las demás personas, por norma general, les pasa lo mismo.
                Cuando volvíamos el lunes al colegio, imitábamos a todos aquellos personajes que nos estaban marcando nuestra infancia. Y, precisamente, de esto quiero hablar: de la infancia. Es el motivo de que empezara a pensar sobre esto.
                Todavía en las instalaciones del cine, con la emoción de la película en una sala abarrotada, entré al cuarto de baño. Allí, las únicas personas que estaban haciendo uso de él eran 4 niños. Apuesto a que ninguno superaba los 10 años.
                Como si estuvieran adiestrados o como si hubieran ensayado las posiciones, cada uno posaba de una determinada manera ante el espejo, con lo que hoy conocemos como postureo, mientras uno disparaba una foto con el móvil. Realizaron varias, ya que alguno de ellos no estaba muy convencido con el resultado. Hablaban de redes sociales con una familiaridad que todavía me sigue sorprendiendo.
                En ese momento justo fue cuando pensé en todo esto. ¿A qué película habrían asistido esos niños? ¿A unas de dibujos? Demasiado “mayorcitos” como para hacer esas cosas de chiquillos. Pero todavía lo son. ¿A un thriller que no llegarían a comprender? ¿A una de miedo aun a riesgo de tener que pasar la noche en vela?
                No lo sé. Y, realmente, es lo de menos.
                Sencillamente, no hablaban de la película. No hablaban de lo que habían visto. Quizá, ni siquiera les habría despertado ninguna emoción. ¿Quién sabe? Tal vez, durante la película, pensaban en un pie de foto para conseguir más “likes”. Lo preocupante es que no es un hecho aislado.
                La falta de atención será una de las principales dificultades en el aprendizaje en los alumnos/as en un futuro. Y no porque la padezcan de verdad, sino porque no la habrán entrenado. Hay que avanzar, está claro, pero con sentido y cabeza.
                ¿De qué sirve que sepan manejar el último modelo de Smartphone si no saben sentir? Nos hemos inventado que las tecnologías son necesarias en el desarrollo de los niños y niñas. Entonces, los que crecieron y crecimos sin este boom tecnológico, ¿estamos sin acabar de desarrollar?
                Lo que ocurre es que es mucho más cómodo darle a tu retoño una pantalla, bien cargada de luminosidad, para que atraiga su atención y, de ese modo, no te moleste.
                Recuerda que tienes un hijo, no un capricho de aquel momento.
                Qué felices éramos cuando viajábamos y mirábamos por la ventanilla, cuando a la hora de comer comíamos sin estar embobados en un pantalla táctil sujeta en un vaso con contenido a la carta. Qué felices éramos cuando mirábamos el mundo con inocencia, porque la tecnología la elimina. Demasiada información que no deben conocer en un solo clic.
                Qué felices éramos cuando jugábamos mirándonos a la cara.

miércoles, 2 de octubre de 2019

Lo que nunca te contaron de las oposiciones.

Lo que nunca te contaron de las oposiciones.
Quizá, si buscamos la definición de "oposición" en el diccionario, en su acepción relacionada con el proceso selectivo, nos diga lo que todos sabemos. No hace falta estar en este mundillo para conocerla.
Sin embargo, todo aquel que quiera aprender realmente lo que es este «trámite», solamente debe hablar con un opositor.
Cuando llegamos a las academias o preparadores/as, nos avisan de lo duro que van a ser los pròximos meses, de los sacrificios que deberemos hacer, las horas de estudio que tendremos que dedicar y otras tantas perder de sueño.
Nos hablan de cómo afrontar el día de los exámenes, así como tambien nos aportan estrategias de estudio, de concentración, piñones fijos para salir de cualquier "atolladero". Por no contar con la cantidad de conocimientos que nos proporcionan. Unos entran bien, porque nos gustan o nos resultan fáciles. Otros, sin embargo, o los metes con calzador o no entran.
Pero, nadie habla de qué pasa después de los exámenes. Inegablemente, eso también forma parte de la oposición.
En el mejor de los casos, apruebas con plaza. Bravo por ti. Has conseguido el objetivo que estabas persiguiendo durante meses.
En un caso medio bueno o medio malo, todo depende de la perspectiva y del tiempo y esfuerzo que hayas dedicado, apruebas sin plaza.
En el peor, obtienes un "gracias por venir" que tú mismo te das.
En el segundo caso mencionado,  tu estado anímico perfectamente podría ser el de una persona diagnosticada con bipolaridad. No sabes si reír o llorar.
Has aprobado, sí. Pero aún no ha acabado esto.
Cuando preguntan qué tal te ha ido, la respuesta suele ser "aprobado sin plaza". Con la palabra "aprobado", ves cómo sonríen, se les ilumina la cara cual gusiluz. Con "sin plaza", ponen una cara en la que puedes leer perfectamente un "¿y para eso tanto esfuerzo?".
Si directamente has suspendido, haz lo que quieras, búscate la mejor de las excusas, pero la gente que no sabe qué es este proceso, no lo va a entender. Jamás. Porque para ellos, estudiar es sinónimo de aprobar. Si estudias, apruebas. Si no apruebas es que no habrás estudiado tanto. O es que no das para más.
Pero, ¿qué van a saber?
Desconocen el factor suerte, el factor tribunal, el factor "no es mi día" o el factor nervios, que tan malas pasadas puede jugar. Y, por supuesto, desconocen el factor ¡¡MÉRITOS!!
Sin embargo, lo que menos debe preocuparnos es eso.
De lo que realmente trataba este post, es de lo que nunca nos cuentan, de qué pasa cuando, aprobando o suspendiendo, te tienes que volver a presentar porque no tienes plaza.
Entonces es cuando tú, que sí que sabes lo que has estudiado y sí que conoces tus capacidades, te preguntas por qué.
Si ocurre una vez, duele, sobre todo si es injusto. Pero te mentalizas y vas a por la segunda. Otro año más de lo mismo, pero sin la presión de la primera vez, esa presión que tú mismo te pones.
Pero cuando la segunda, ves que vuelves a llevar todos los temas, los supuestos dominados, la programación empapada pero no como un papagallo y materiales que gustan al tribunal, no acabas de entender por qué te tienes que conformar con un simple aprobado, cuando sabes que ibas de plaza. Modestamente, pero tú has estudiado para eso.
Lo que nunca te han contado es cómo afrontar un tercer año de oposiciones, con qué ánimo o con qué entusiasmo. Porque los méritos por experiencia pueden ser los mismos. Entonces, ¿por qué intentarlo una tercera vez?
Porque te lo sabes, porque lo vas a conseguir y, lo más importante, porque quieres dedicarte a ello.
Un poco también por la gente que no confió, que piensan que pasas mucho tiempo estudiando o que no entienden que suspendas si has estudiado. Por ellos también.

Para acabar, no quiero cerrar estas líneas sin hacer mención a los que yo he denominado "los cagalástimas". Esas personas que el día del examen no se saben casi ningún tema, o eso dicen; cuando salen del tema, da la casualidad que, de los que han salido, ninguno era su preferido, o eso dicen; y el día de las notas, ahí están ellos/as, con su sonrisilla, su falsa incredulidad y su plaza.
No me digáis que no es para darles un...
Lo dejo aquí mejor.