viernes, 13 de febrero de 2015

¡TU ÚNICO RIVAL ERES TÚ!

Un día decides que ha llegado la hora, que es el momento. Lo pruebas y te gusta. Y repites. Y al día siguiente quieres más. Estás deseando que llegue la próxima ocasión. Al principio te cuesta. Las primeras veces con 20 minutos tienes más que suficiente. Superas esa barrera y te vas a por la media hora. Estás ahí un tiempo pero pronto pasas a los 40 minutos porque te ha gustado. Aumentas tiempo y distancia. “Te picas” contra ti mismo. Tratas de superarte. Ves el progreso que, aunque lento, va llegando. Notas que el esfuerzo va dando sus frutos. Sacas tiempo de donde sea. Incluso, haces algo que parecía impensable, te quedas un sábado en casa porque has quedado el domingo para hacerlo. Acabas de trabajar, te tomas algo rápido que te de fuerza, y te pones a ello.

                Así es como yo empecé a correr. Poco a poco, paso a paso y ahora, sinceramente, creo que no podría dejar de hacerlo. Me gusta. Disfruto haciéndolo aunque en algunas salidas sufra. Pero ese sufrimiento merece la pena. Porque ese sufrimiento será el que te ayude en tu próxima salida, en tu próxima carrera. Tu cabeza, tu respiración, tus sueños, tu mirada al frente y a correr.

                Miras en blogs, pides información sobre zapatillas, te descargas entrenamientos o te buscas un preparador, buscas carreras por tu zona para inscribirte en una lo más pronto posible. La climatología no te importa. Si llueve te pones un chubasquero, si hace frío te abrigas y si hace calor te esperas a que baje el Sol. Pero salir, sales a correr. Valoras mucho más (al menos yo lo hago) a cualquier persona que ves practicando este deporte, sea cual sea su ritmo, sea cual sea su edad. Pero cuando se trata de gente mayor lo valoras todavía más. Sabes el esfuerzo que está haciendo esa persona para seguir practicando algo que seguramente le apasione.

                Desde la ignorancia de todo el sacrificio que supone preparar y acabar una carrera, más o menos larga, es muy fácil hablar de lo lento que va un corredor, de su ritmo de carrera o de su posición en la misma. Es muy fácil decir eso de “si no vas a ganar, ¿por qué corres?”. Primero, para darle de qué hablar a los que pueden comentar eso o cosas similares. El último en cruzar la línea de meta ha llegado antes que esos que hablan sin dar un paso.  Y segundo, el que corre no lo hace para competir contra nadie (a no ser que lo hagas de manera profesional). El que corre, los que corremos de manera amateur lo hacemos para ganarnos a nosotros mismos, para superar nuestras propias barreras, para decirnos que sí que podemos hacer eso que hace tiempo creíamos impensable. Para mejorar nuestros tiempos pero, sobre todo, para sentirnos mejor con nosotros mismos. Porque tu único rival eres tú.  Porque correr te da alas, te da la libertad que necesitas antes o después de trabajar. Te ayuda a evadirte del día a día y, por supuesto, por beneficio físico. Por eso también lo hacemos.

                Hasta hace cosa de dos años, todos mis ídolos salían por la tele y jugaban al fútbol. A parte de esos que sigo manteniendo, han aparecido algunos más “terrenales”. Uno de ellos es un buen amigo,  triatleta, se llama como yo y ya le dediqué un post en el blog. El otro se ha ganado un puesto entre ellos a la fuerza. Porque cuando practicas este deporte te das cuenta, como he dicho antes, del sacrifico que supone preparar cualquier carrera. Y más si esas carreras son de larga, larguísimas distancias: Ironman, triatlones más “normalitos” o carreras de montaña en las que se hace de noche literalmente. Y un ídolo no es más que alguien que tienes como referente, alguien que hace cosas que tú crees que eres incapaz de conseguir pero que algún día te gustaría probar porque, cuando lo cuenta, sabes que sería una de las experiencias de tu vida. Y más cuando no lo hace por dinero, no lo hace por fama, simplemente lo hace por pasión. No es rápido, no tiene un cuerpo de atleta pero tiene las dos cosas que hacen falta para conseguir ser un “finisher” en las pruebas que se propone: espíritu de superación y los cojones más grandes que el caballo del Espartero.  Por esto, Álvaro Bolinches se ha ganado un puesto entre ellos.

Quiero seguir superándome, quiero seguir practicando este deporte, quiero seguir progresando. Quiero conseguir cosas que hasta ahora no he hecho. Y como quiero, lo voy a conseguir.
                                                                                 
 “Un atleta no puede correr con dinero en los bolsillos. Debe hacerlo con fe en su corazón y sueños en su cabeza”,  Emil Zatopek