A la mujer de mi vida:
Sí, a ti. Que has hecho tanto por nosotros.
A ti, que nos has dado todo lo que tenemos.
A ti, que has hecho todo lo posible para que hoy seamos lo
que somos.
A ti, que has luchado para que seamos felices.
A ti, que has dado tiempo de tu vida para dedicárnoslo a las
nuestras. Y sé que, si hiciera falta, darías tu propia vida.
A ti, que llegas tarde de trabajar y, todavía, te quedan
fuerzas para tenerlo todo a punto y a nuestra disposición.
A ti, que, aunque tu día haya sido duro, puedes mostrar una
sonrisa en cualquier momento.
A ti, que de cuatro paredes no haces una casa. No. Tú de cuatro paredes haces un hogar.
A ti, que me has apoyado en todas las decisiones de mi vida:
personales, laborales y académicas. Que, aunque al principio te haya costado
asumirlas, las has aceptado (Y últimamente las ha habido).
A ti, que te has alegrado de todas las cosas buenas como si
fueran tuyas. Porque lo son. Sin ti nada de eso habría sido posible.
A ti, que, en lo negativo, también has estado ahí. Siendo un
pilar fundamental para superar los peores momentos.
A ti, que, al leer esto, sé que te estarás emocionando. Tú
dices que me conoces, pero yo a ti también te conozco un “poquete”. Son 25 años
juntos.
A ti, que he llorado contigo. Por alegría y por tristeza.
A ti, que me has enseñado que siempre hay que sacar lo que
uno lleva dentro: sentimientos, risas o lágrimas. Y tú me has enseñado que
llorar también es de hombres.
A ti, que, cuando no se ha hecho suficiente comida, pierdes
el hambre de repente para que nosotros podamos comer más.
A ti, que, aunque dices que te vas a dormir cuando estamos
de fiesta, sé que no descansas.
A ti, por todas esas veces que nos hemos puesto malas caras,
que nos hemos hablado en un tono que no es el adecuado o que nos hemos dicho
cosas fuera de lugar. Porque sabes perdonar, porque a pesar de eso sigues
estando a mi lado. Porque, en realidad, nos queremos. Y cómo me decías de
pequeño: “nos queremos mucho, como la trucha al trucho”.
A ti, que me has enseñado todo lo que sé (bueno, y el papá
también. Que luego se nos pone celoso).
A ti. A ti. Y solamente a ti. Porque eres la mujer de mi
vida. Porque eres la única mujer que se ha emocionado cuando he llegado un
domingo a casa, después de varias semanas sin verme, por sorpresa.
Por eso, y por muchas otras cosas que, aunque aquí no haya
puesto, las llevo dentro:
GRACIAS.
También sé que gracias es una palabra que no aceptas, una
palabra que no está en nuestro “contrato”. Un contrato que no se firma, un
contrato que no está impreso. Es un contrato que “firmaste” al darnos a luz a
mi hermana y a mí. Un contrato firmado con el corazón. Un contrato en el que no aceptas esa palabra.
Pero tengo que decírtela. De nuevo, GRACIAS. MUCHAS GRACIAS.
Porque aunque puedan pasar otras mujeres por mi vida, tú eres
irremplazable.
Este año no podremos estar juntos por motivos laborales en
este día, así que ésta es mi felicitación. No es material, no la he pagado,
pero sí que la siento desde muy adentro.
FELIZ DÍA DE LA
MADRE.
¡¡TE QUIERO!!
Y sí, la he compartido en el blog. ¿Por qué? Porque estoy
orgulloso de los padres que tengo.
P.D.: el mundo en el que vivimos se empeña en celebrar días dedicados a algo, así que así lo haremos. Pero, tú te mereces lo mejor día a día.
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