Han pasado casi 5 años desde que
empecé a trabajar de cara al público, atendiendo, vendiendo moda deportiva en
una empresa, a nivel nacional, que se dedica a ello. Durante todo este tiempo
he aprendido muchas cosas en cada una de las ciudades en las que he trabajado.
Al poco de empezar, en Cuenca, me di cuenta de que no todos llamamos a las
cosas por el mismo nombre. Un hombre,
venía buscando unas zapatillas para su hijo. Yo, al escuchar que eran para niño
le pregunté: “¿las quería con velcro o con trencillas?”. Ese hombre me miró
extrañado y debió pensar que le estaba ofreciendo un árbitro de fútbol, también
llamados trencillas. Rápidamente rectifiqué y le ofrecí la zapatilla con “cordones”,
que es como se conocen en toda España. Trencilla lo seguiré utilizando en
Utiel.
Al tiempo, en Valladolid, también
aprendí que allí las zapatillas, cuando son pequeñas no rozan. No, allí “mancan”.
“Sácame un número más que éste me manca”. La primera vez que lo escuché yo miré
a esa persona y vi que tenía los dos brazos. No entendía lo de “manca”. Un buen
amigo me lo explicó cuando se lo conté. Incluso allí aprendí la gran diferencia
entre ser leísta y laísta, así como lo raro que suena escuchar el artículo “lo”
o “le” cuando tú, en esa situación, usarías “la”. “Te la dejo aquí”. Sin
embargo, en Pucela se dice “te lo quedo aquí”. Raro, pero ni mejor ni peor,
simplemente diferente.
Meses más tarde, trabajando ya en
Cataluña, donde he pasado casi mis últimos tres años, seguí aprendiendo. A
pesar de la cercanía geográfica, el catalán tiene muchas diferencias con el
valenciano. Unos dirán que es la misma lengua, pero que le valenciano es un
dialecto del catalán, otros que tienen orígenes diferentes... La cuestión es
que, para los que lo conocemos pero usamos poco, puede suponer un gran lío y a
veces hay que salir del paso como uno puede.
–“Estic buscant unes
malles per córrer”.
–“Les volia llargues o mitja perna?” Ahí fue cuando pensé: TIERRA
TRÁGAME. ¿PERNA? Per favor, agafa la CAMA i demà serà un altre dia.
He trabajado en tres comunidades diferentes
y en las tres he conocido formas distintas de nombrar al calzado deportivo:
tenis, deportivas, playeras o bambas. Incluso hay gente rara que las llama
zapatillas. Yo siempre seré de zapatillas con trencillas.
A pesar de estas diferencias en función
de la comunidad donde nos encontremos, hay factores y comportamientos que son comunes
a todos los españoles. En todas las comunidades pasa lo mismo. Y estoy seguro
de que si hubiera trabajado en una cuarta o, incluso, en una quinta comunidad,
hubiera notado estas semejanzas. Y en muchas de ellas, los clientes, entre los
cuales me incluyo, no salimos bien parados.
-
“Todavía hay tiempo”. Día 24 de diciembre, da igual el año. Los
comercios ese día cierran antes. ¿Por qué? Porque aunque no lo creas, la gente
que trabaja en un comercio no habita allí. No. Tiene una familia. Algunos
incluso viven a cientos de kilómetros y están esperando bajar la persiana para
coger la carretera y reunirse con los suyos después de varias horas
conduciendo. ¿De verdad no has tenido tiempo de ir a hacer las compras
navideñas antes? ¿De verdad tienes que esperar hasta el último día, a última
hora, para comprar ese regalo que te falta? El Corte Inglés anuncia la Navidad
desde octubre, en los supermercados venden turrón desde mitad del trimestre (a
algunos se les junta con los helados). No se preocupe, señor o señora, las
tiendas aguantan hasta que usted compre.
-
“Falta de empatía”. Ésta está muy relacionada
con la anterior pero, si cabe, es más grave y enfada más al personal de tienda.
Hay clientes que saben perfectamente cómo sacar de sus casillas a cualquiera.
Da igual que en la tienda en cuestión la persiana esté medio bajada, síntoma de
que ha llegado la hora, estás cerrando y te quieres ir a tu casa. Con los tuyos
o solo, pero a tu casa, que ya está bien por hoy. Pues da igual. Si ellos
llevan algo en mente, ¿por qué esperar a mañana? El hilo musical está apagado,
las luces en modo “salir” y tú aguantando como puedes mientras ese señor,
señora, familia, pareja o quien sea, está mirando ese producto sin el cual no
puede vivir. Porque no pueden esperar a mañana. Tiene que ser ahora. Lo quiero
y lo quiero ya.
“Es que no he podido venir antes”. Hemos
tenido las puertas abiertas durante 12 horas ininterrumpidamente. ¿Has
trabajado 12 horas? Si es así te están explotando. ¿Vienes de tu casa? El rato
de la siesta no te lo han quitado, estoy seguro. Pero no te preocupes, aquí se
aguanta para que tú te mires esa camiseta que te hace tanta falta.
-
“Corre, que se acaba”. ¿De verdad tienes tanta
necesidad de ir a comprar un domingo? ¿No puedes pasar ni 24 horas sin comprar?
Si se trata de comida, ¿tienes la nevera y la despensa tan vacías como para no
aguantar hasta el lunes? Si se trata de ropa o calzado, ¿en serio no vas a
poder pasar sin probarte esa prenda que tanto te gusta? “Si vengo mañana quizá
se haya acabado”. No te preocupes, tengo 50 más como esa. Pero lo peor es que,
si se abrieran los comercios todos los domingos iríamos a comprar. Antes he
dicho que trabajé en Valladolid. Allí estuve un año. Pues hubo una cosa que me
encantó. Cada negocio local del centro tenía un cartel colgado en su escaparate
que decía: “los domingos son para la familia”. Punto final. Ni clientes, ni
dependientes. Todos a casa.
-
“Es tuyo, edúcalo”. En todo este tiempo me he
dado cuenta de que no hay niños maleducados, sino padres permisivos. Es cierto
que sí que hay niños maleducados, pero porque desde casa salen así. En multitud
de ocasiones me he encontrado con la misma respuesta ante la siguiente
situación: un niño dando pelotazos con un balón en cualquier parte de la
tienda. Entonces tú, por política de empresa y por deferencia y respeto hacia otros clientes, te acercas,
con todo el cuidado del Mundo, con toda la educación que te han enseñado para
que ni padres, ni niños se sientan ofendidos y les dices: “perdona campeón, que
aquí no se puede jugar así. Es una tienda”. Entonces ahí, si el padre está peor
educado que el hijo, te pueden llegar a decir: “que sea la última vez que te
diriges a mi hijo” (esto no lo pondría si no me hubiera pasado). Pero, en el
mejor de los casos, el padre/madre te dice: “eso, dile tú que no se puede jugar
que a mí no me hace caso”. ¿Perdón? ¿Me estás diciendo que le riña a tu hijo
que a ti no te hace caso? Es tu hijo. Yo lo voy a soportar el rato que estés en
la tienda, pero tú te lo vas a llevar a tu casa. Allá tú con la fiera que estés
criando.
-
“Disculpe,
no está solo”. Da igual cuando hayas llegado, da igual la gente que haya
delante de ti, da igual que veas que todos los empleados están ocupados. Tú has
venido a por algo y lo vas a conseguir. Y además lo vas a conseguir ya. Pues va
a ser que no. Se saca más lamiendo que mordiendo y, perdonadme pero, si un
cliente viene exigiendo, con mal tono y maleducado, lo vamos a atender, claro. Pero
cuando hayamos atendido a la persona que nos está dando las gracias por cada
modelo que le enseñamos.
-
“Estoy perdiendo aquí mi tiempo”. Esto es una
continuación del punto anterior. Ya has conseguido las zapatillas, el chándal o
la camiseta que querías y ahora toca pagar. Claro. Lo normal es que vengas en
plena Navidad o en plenas Rebajas o incluso un sábado “normal” en hora punta y
la tienda esté vacía. Solamente esperabas estar tú y todos los dependientes a
tu servicio. Pues vuelve a ser que no. Tú pensabas que ibas a estar solo en la
tienda y no ibas a hacer cola para pagar. Tú vas a hacer cola como los demás, porque
nadie va a dejar que te cueles por tu cara bonita y si tú estás perdiendo tu
tiempo, nosotros estamos trabajando. Y, como ves, no hay nadie con los brazos
cruzados. Además, si puede ser, esa actitud
te la dejas fuera porque corre como la pólvora entre los demás, es contagiosa, es el ébola de la educación.
Y ante todas esas situaciones, de la mejor manera que puedes responder es con tu paciencia y mejor sonrisa. No solo porque estás trabajando, sino porque tú sí que has ido allí con la educación por delante. Pero no iba a ser todo malo.
Todavía sigue quedando un pequeño halo de luz en toda esa mala educación, en
todas esas actitudes. Y sigue habiendo gente que, por supuesto, no se comporta
como una cabra en un garaje y sabe estar ante cualquier situación. A todos
ellos, gracias.
-
“Ante todo, generosidad”. Cuando se trata de
regalar, sobre todo en Navidad, no nos importa tanto el precio. Queremos que
nuestro regalo sea bueno y darle a los nuestros lo que se merecen. El sueldo es
el mismo, quizá te tengas que apretar el cinturón porque vienen comidas, cenas,
regalos y más regalos. Sin embargo, cuando llegan esas fechas, la gente no mira
tanto el importe. Un abuelo que quiere que su nieto mantenga la magia de las
fechas, un novio/a que regala por primera vez a su pareja, un hijo/a que quiere
darle a sus padres lo que se merecen. Chapeau por vosotros.
-
“Quiero que vuelvas pronto”. Sí, hay clientes
que salen por la puerta y piensas: “espero que vuelvas pronto”. Ese cliente que
desde que entra da los buenos días o las buenas tardes, que se muestra agradecido
antes cualquier signo de atención hacia él, que incluso te da una conversación
y te hace ver que es educado. Y que al salir, se despide con un “gracias”
espontáneo o incluso que te felicita por tu educación y atención. Más gente como ustedes, por favor.
Es cierto que no todos somos
iguales y que, incluso en un momento en que estemos enfadados, podemos pagarlo
con quien menos lo merezca, pero sí que es cierto que estos comportamientos son
muy repetidos, día a día. Cuesta muy poco un “por favor” y un “gracias”. Hoy
por ti, mañana por mí. Ah, y si no es mucho pedir, acordaos de sonreír. Siempre
viene bien y es gratis.
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