¿De quién es la culpa? ¿De quién es la culpa de que tú estés
trabajando el día 6 de diciembre o el día 8 hasta las tantas y al día siguiente
te toque ponerte a currar otra vez como si no hubiera pasado nada? ¿De quién es
la culpa de que llegues a tu casa el día 24 de diciembre con el pavo sobre la
mesa o lo que sea que ese día cenes? ¿De quién es la culpa de que el día 31 no
te comas las uvas en el negocio en el que trabajas de puro milagro? En el
negocio en el que trabajas, porque dudo que sea tuyo.
Puede
haber varios culpables: o los clientes o tu(s) jefe(s).
Vamos por
partes:
Supongamos
que la culpa es de los clientes, esos seres creados por la sociedad de consumo,
programados para comprar lo que les hace falta y lo que no (entre los cuales me
incluyo, pero con matices con respecto al resto). Los clientes son el The
Walking Dead de las Navidades (de las rebajas, del Black Friday o de cualquier
promoción). Vale, la culpa es suya. Si tu negocio cierra un día señalado en el
calendario, es posible que, al día siguiente, cuando abráis las puertas, haya
alguno que os ayude a subir la persiana para poder empezar a comprar unos
segundos antes. “Yo es que trabajo y no he podido venir otro día más que hoy”
(que es festivo, debería añadir). Estupendo. El día tiene 24 horas, las tiendas
permanecen unas 12 horas abiertas al público. Amigo mío, si no has podido ir
antes porque estabas trabajando, te están explotando en tu trabajo. Tal vez sea
una tienda. Un cliente, mientras vea una puerta abierta, va a ir a comprar.
¿Está bien? Claro que no. Los que trabajan dentro son personas, con su vida, su
familia, sus necesidades y sus quehaceres fuera de la tienda. ¿Justifica la
apertura en festivo para ir a comprar? No. Pero, hay alguien a quien le
viene muy bien que las persianas estén
abiertas: los jefes de esos negocios.
Vamos ahora
con estos seres “fantásticos”: los jefes. “Mi jefe me paga las horas que hago
en festivo”. Claro, porque las has trabajado y ese dinero es tuyo. Faltaría
más. ¿Has probado a decirle a tu jefe que ese día no vas a trabajar porque
tienes planes fuera de la tienda? Te dirán que tienes que avisar con “X” días
de antelación, para planificar a la plantilla. Prueba un día. Según la cara que
ponga sabrás si al día siguiente podrás volver a tu puesto o quizás él/ella
considere que estás mejor en tu casa. Pero, además, ¿sabías que te corresponden
determinadas horas de descanso al cabo de la semana? Pregunta por ellas. Haz como
los clientes con las promociones: no las dejes escapar.
Las grandes empresas no van a
perder dinero por cerrar un domingo de diciembre. El año es muy largo y, no te
preocupes que, lo compensarán por otro lado. Los contratos no te hacen esclavo
de tus jefes o dueños de la empresa. Son dueños de la empresa, no tuyos. Querido/a
dependiente, probablemente durante estos días no te vayan a dar las gracias, ni
las esperes, pero no desesperes. Si tú te paras, el negocio se para. Eres importante.
Que no te compren con un “esto lo vas a cobrar”. Como te he dicho, lo vas a
cobrar porque es tuyo, no porque te lo estén regalando.
Cuando digo jefe, me refiero a
jefe/a. Cuando digo jefe/a no me refiero a tu inmediatamente superior, que está
contigo codo con codo en la tienda, día a día. No. Me refiero a ese que hay más
arriba o más arriba todavía. Deja de mirarlo por debajo del hombro, míralo con
naturalidad, porque se alimentan del miedo del empleado, porque la falta de seguridad
es un motivo para mandarte a casa. No dudes. Es una persona, no es un ser
superior, no es Dios.
No tengas miedo. Educación, humildad
y esfuerzo. Pero si alguna vez te “niegas” a hacer algo en días que para ti son
importantes, no tiene porqué pasar nada. Da lo máximo los restantes días, que
comprueben que tú vales. Y si vales, pero no te aprecian, tranquilo/a. Eso es
que no eras para ellos, porque solo eres para ti, tu verdadero dueño.
“Ya, pero tú no tienes que verle
la cara cada semana y pensar que te pueden despedir”. Si hablo de esto es
porque precisamente lo he vivido. Yo no voy a ser el que este año, en la Noche
de Reyes, me quede en una tienda poniendo rebajas hasta las 2, las 3 o las 4
(sí, las 4) de la mañana. No lo voy a hacer este año, pero lo he hecho, mientras
mi novia o mis padres me esperaban en casa, en la casa de alquiler que tenía a
420km de la mía, sin poder hacer ningún plan con ellos, sin poder ver la Cabalgata,
cenar por ahí o tomarme una copa con ellos. ¿A tanta distancia? A tanta
distancia. ¿Por qué? Por un “gracias” no, desde luego. Si no te quieren ahí por
querer vivir, es que no era tu sitio.
Trabaja para vivir, no vivas para
trabajar.
Si tú te paras, el negocio se para.
Tu único dueño eres tú.
Los domingos y festivos para la
familia.
En definitiva, si no compramos no
se abre. Si no se abre no compramos. Pero, si los propietarios tuvieran
escrúpulos, respeto por los trabajadores y empatía por ellos, la pescadilla
dejaría de morderse la cola.
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