Al leer el título puedes pensar varias cosas: demasiado
largo, no tiene sentido, es una incongruencia… Pero tiene una explicación. En
esta entrada voy a hablar de Berlín, aprovechando el viaje que he realizado en
los últimos días. Pero no esperes encontrar un post viajero, con itinerarios,
recomendaciones, fotos del viaje posando y cosas así. Eso se lo dejo a los que
saben hacerlo o lo creen.
El
título tiene un claro sentido. Después de pasar cuatro días en Berlín,
evidentemente no da tiempo a conocer toda la ciudad, ni todos sus museos,
parques, bares o pubs característicos. Sin embargo, sí que da tiempo para
conocer muchas pinceladas, a darte cuenta de la forma de vida, de ciertas
costumbres, da tiempo para probar sus comidas típicas, su forma de celebrar la
Navidad (a partir de Nochevieja para ellos pierde importancia y los Reyes no
los celebran como en España). Pero por encima de todo ello, hay una cosa que me
ha llamado la atención, que me ha cautivado como creo que lo hace a la mayoría
de turistas que visitan la ciudad o el país en general: su forma de reponerse
ante la destrucción masiva por la que tuvieron que pasar hace entre 70 y 80
años.
Efectivamente,
la Segunda Guerra Mundial, aunque con la Primera ya quedaron resentidos y
tocados. Y no voy a entrar en detalles políticos, sino en hechos sociales o
civiles, o al menos lo voy a intentar.
Mientras realizábamos el Free Tour por la ciudad (vale, esto lo voy a
recomendar), el guía nos preguntó cuál era para nosotros el elemento más
característico de la misma a nuestro parecer. Las repuestas fueron las
evidentes: para unos la Puerta de Brandemburgo, para otros la Columna de la
Victoria, el Museo del Holocausto, la Catedral o cualquier monumento simbólico
que a los participantes nos venía a la cabeza. Él nos negó todas ellas. Nos
hizo mirar a través de una de las calles principales y más céntricas de Berlín,
Unter den Linden, y ahí estaba, entre los edificios, su elemento fundamental:
las grúas con las que a día de hoy se sigue levantando la ciudad. Y es aquí
donde entra y cobra sentido el título del post.
Exacto,
Berlín es la ciudad de la Historia sin Historia. ¿Por qué? Muy sencillo. Actualmente,
Berlín es una ciudad “nueva” pero con una de las mayores barbaridades humanas
sobre sus espaldas. Los edificios que componen el centro no tienen Historia,
son de reciente construcción. Algunos de ellos no solo por la crudeza del
conflicto bélico, sino también por la posterior división entre Alemania
Occidental y Oriental. Los edificios alrededor de la Puerta de Brandemburgo son
completamente nuevos, con menos de 40 años; el monumento a los judíos de Europa
asesinados, uno de sus símbolos y sitio de paso obligatorio, tan solo cuenta
con trece años de antigüedad; el bunker donde “valientemente” se suicidó Hitler
desapareció y sobre él crearon un pequeño parque-jardín; los edificios que
existían y no fueron convertidos en cenizas durante la batalla pueden
“presumir” de las cicatrices que las balas y las bombas dejaron a su paso.
Y es
precisamente por todo ello por lo que Berlín, a su vez, es la ciudad de la
Historia. Porque en torno a ella se fraguó uno de los mayores genocidios de la
Humanidad, porque a escasos kilómetros se abrió el campo de concentración de Sachsenhausen,
modelo y ejemplo para los demás campos, no solo de concentración sino para los
llamados “de la muerte” (aunque decir que los de concentración no son de la
muerte sería mentir). Modelo tanto a nivel organizativo como estructural. Allí
se formó a los más de 90.000 militares de las SS, los perros de presa
adiestrados para matar judíos. El más “céntrico”, en el que todos los asesinos
poderosos querían estar, porque ese campo era el “ojito derecho” del Führer y
porque junto a la puerta de entrada se encontraba el “Edificio T”, la central
del terror, la inspección de los campos de concentración. Era la central de
administración de todo el sistema de campos. Los responsables administrativos
establecían las condiciones del confinamiento, coordinaban los trabajos
forzados y organizaban los asesinatos en masa.
Y todo junto a Berlín.
Por
ello, Berlín es la ciudad de la Historia sin Historia. Porque sus vecinos
tuvieron que ver horrorizados cómo se masacraba a la ciudad entera, dejándola
sin fachadas ni paredes, sin libertad y alegría, sin Historia, al mismo tiempo
que la Historia se escribía como consecuencia de eso precisamente. Por suerte,
los alemanes se pusieron en pie y consiguieron resurgir de sus cenizas, como el
Ave Fénix. A día de hoy ese fragmento del pasado tan solo lo utilizan para dar
a conocer de dónde pudieron salir, presumir de ello y, como seres civilizados,
tratar de no volver a caer en los mismos errores.
Si te
gusta la Historia, Berlín es una ciudad que atrapa.
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