Patatas y
Ketchup. Este es el menú con el que la Casa Real nos deleita para que nos
comamos los follones en los que ellos solitos, sin ayuda de nadie, se meten
.
Esto que voy
a decir puede herir la sensibilidad de los monárquicos. Es normal, somos
demasiado duros con quienes han hecho tanto por este país a cambio de tan poco…
Si mal no me han informado los libros de Historia, toda esa serie de hazañas
que han salvado nuestro territorio comenzaron un 23-F y terminaron… En fin,
terminaron esa misma noche. ¿Y por qué no? A vivir de rentas, que ya nos
gustaría a muchos. Envidia. Eso es lo que sentimos. Envidia por no poder “ir
tirando” con algo que hicimos en su momento y alargarlo hasta la actualidad. Culpa
nuestra por votarlos. Porque la Monarquía se eligió, ¿no es así?
¿Quiero
decir con este artículo que debemos estar en contra de la Monarquía, y por
tanto querer una República? Para nada. La República es algo demasiado serio
como para tratarla en los tiempos que corren.
Lo que
nosotros necesitamos ahora mismo es humor. Mucho humor. Recuerdo el momento en
el que El Monarca comentó que se comía los huevos fritos mojándolos en pan.
Particularmente me hizo gracia. “Qué campechano este hombre”, pensé yo.
Todos
recordamos esos viajes que se han hecho a esquiar en plena campaña invernal. ¡Qué
familia tan entrañable! ¡Con qué poco se conforman! La de caprichos a los que habrán
tenido que negarse para poder pagarse estos “pequeños lujos”. Hay a quien esos
“pequeños detalles” le cuesta un ojo de la cara o hay a quien le cuesta un
riñón. A nuestro Monarca no. A él le costó “un huevo”.
Después de tantos “regalitos” que cuestan “un
huevo” y tanto “descojonarse” de nosotros en sus viajes mientras nosotros, tú y
yo, los pagamos, al final pasa lo que pasa: nuestro Rey solo dispone de un
testículo. “Tanto va el cántaro a la fuente, que al final se queda mono-huevo”.
Y como en todas las buenas familias, a salir perdiendo el de siempre, el cabeza
de Familia Real. ¡POBRE HOMBRE! Hace bien al comer huevos, porque de lo que se
come, se cría.
Pero con lo
que nos acabó de conquistar fue con el mítico y conocido por todos “¿¡Por qué
no te callas?!” Me quito el sombrero. Ahí sí que le echó un par de... Bueno,
solo fue uno, pero con valentía.
Mucha gente
ha ido en contra de Su Majestad por irse de cacería a Botswana y acabar con la
vida de un solo elefante (que nosotros sepamos). Pero aquí el que más y el que
menos tenemos delitos que callar. Sin ir más lejos, yo mismo, cuando estoy
delante de los apuntes preparado para estudiar y a mi alrededor aparece una
mosca, ni corto ni perezoso acabo con su vida. La primera vez que lo haces te
remuerde la conciencia. Recuerdo mi primera mosca. No pude con tanta tensión y
tuve que contarlo en mi familia. Ellos me dijeron que eso no estaba bien hecho,
a lo que yo respondí: “lo siento mucho, me he equivocado. No volverá a
ocurrir”. Ahora lo hago a sus espaldas. Así me ahorro tener que pedir
disculpas. Con esto no quiero decir que se sigan haciendo viajes a otros países
en busca de marfil, pero como dice el refrán: “ojos que no ven…”
Y como dice
la expresión: “montas un circo y te crecen los enanos”. En esta ocasión no
fueron enanos, sino dos tíos hechos y derechos. Dos hombres como templos. Uno
de ellos, el menos agraciado y peor visto por la prensa. Muchas habladurías
corren a su alrededor. Ese no era el bueno. Fue motivo de diversos e ingeniosos
chistes. Normal llamándose Jaimito. Y el otro, el deportista, el Internacional
Olímpico, el guapetón. El bueno. Pues resulta que el bueno ha resultado ser “el
rana”. Como en cualquier cuento de princesas, de Infantas en este caso, tendrá
que darle un beso su respectiva. Pero, esto sí que debería ser a petición
popular, ¿el beso que lo convierta en hombre o el beso de Judas?
Nóos ha
tomado el pelo. Anunciada su marcha a Qatar, solo puedo decirle: “tanta paz
lleves, como descanso dejes”. Llévese con usted a su señora esposa.
Como dice el
chiste de reciente actualidad: “no hay pan para tanto chorizo”. Así que, creo
que para real ya tenemos esta vida. No nos hace falta una familia.
Si
demuestran lo contrario prometo que los volveré a querer.
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